
Nuestra imagen sobre Dios, afectará sin lugar a dudas nuestro futuro como persona; intentamos ser consciente o inconscientemente parecidos al Dios en quien creemos, a veces como usurpadores de su trono (cf Gn 3,4) pero la mejor de las ocasiones como imitadores de su ejemplo, cautivados por su amor.
“Entonces Dios pronunció estas palabras:
Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud. No tendrás otros dioses delante de mí.
No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en las aguas. No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto; porque yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso” (Libro del Éxodo 20, 1-5)
El hombre en su búsqueda natural de Dios, cae fácilmente en la tentación de crear una falsa imagen de Dios, o incluso crear su propia imagen de Dios.
Aarón erigió un altar delante de la estatua y anunció en alta voz: «Mañana habrá fiesta en honor del Señor». Y a la mañana siguiente, bien temprano, ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión. Luego el pueblo se sentó a comer y a beber, y después se levantó para divertirse.
El Señor dijo a Moisés: «Baja en seguida, porque tu pueblo, ese que hiciste salir de Egipto, se ha pervertido. Ellos se han apartado rápidamente del camino que yo les había señalado, y se han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron delante de él, le ofrecieron sacrificios y exclamaron: ‘Este es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto’». (Ex 32, 5-8)
No solo se trata de crear una figura que pudiera considerarse en si misma un Dios, sino de hacerse una falsa imagen de Dios, lo cual es doblemente perjudicial; por un lado creeremos en un Dios falso que no nos conducirá hacia ningún lado ni tiene nada que ofrecernos, y por otro al conformarnos con un dios hecho a nuestra imagen y semejanza, nos perdemos de la fabulosa experiencia de conocer al “Verdadero Dios por quien se vive”[1]
Los cristianos creemos en un Dios que se nos revela, que se nos da a conocer, que interrumpe nuestra historia que caminaba hacia el fracaso y la muerte, para ofrecernos libertad y vida en abundancia, por las muchas veces incomprensible búsqueda amorosa de Dios por su pueblo[2].
Conocer “al verdadero Dios por quien se vive”, es un camino que puede parecer difícil, pero no por eso menos necesario, imperante e impostergable. Por eso presentamos como principal tema sobre la fe, la imagen o idea de Dios, que sin embargo el lector debe experimentar y comprobar por su propia cuenta; a la luz del cántico puesto providencial y justamente por el evangelista Lucas en los labios de María de Nazaret descubriremos algunas de esas pistas o cualidades sobre Dios, que serán fundamentales para el resto de esta breve reflexión sobre nuestra fe, pues debemos recordar que no se trata de creer en “algo” sino de “creerle a alguien”.
DIOS ES ALEGRE
Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor mi espíritu y se alegra en Dios mi salvador porque = ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada.
El rostro de Dios, por decirlo de algún modo, es sereno, franco, fresco y alegre, si bien todas estas cualidades son apenas aproximaciones, nos darán una idea de cómo y quién es Dios, y que no es. Diferentes textos bíblicos nos insinúan la alegría que conserva Dios, y que incluso contagia a aquellos que en el permanecen, no debe extrañarnos entonces que el gozo sea parte de los frutos del Espíritu Santo[3]. El ser humano se distingue del Reino Animal, entre otras cosas por su capacidad de sonreír, y si hemos sido creados a imagen y semejanza de nuestro creador, a diferencia del resto de la creación, tampoco resulta difícil pensar que esa capacidad de expresar nuestra felicidad y alegría, sea también una herencia de nuestro Padre Dios, de quien somos imagen.
El evangelio de San Lucas nos propone la siguiente expresión: “Hay más alegría en el cielo… por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión” (Lc 15) Nos hace entrever algo simple: ¡En el cielo hay alegría! En boca del Padre Misericordioso, el mismo evangelista pone esta frase nada triste: “hay que hacer fiesta” porque el hijo ha vuelto a casa. ¡En el cielo hay fiesta!
Jesús Nuestro Señor, viene a darnos a conocer al Padre[4], y muy distinto a la imagen de un Dios demasiado serio y formal, con el rostro enfadado y castigador, Jesús nos muestra el rostro de un Dios más ameno, cercano, accesible, alegre.

DIOS ES TODOPODEROSO
Porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso… Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón.
Dios todo lo puede, decía un predicador de forma ferviente y entusiasta, pero hay algo que no: dejar de amarte. Dios Todo lo puede, además de ser omnisciente, es decir todo lo sabe y conoce y omnipresente, que puede estar en todo lugar al mismo tiempo, es también omnipotente. En resumen ¿Acaso hay algo imposible para Dios?[5]. La Palabra de Dios es viva y eficaz, nada se opone a su Voluntad y en eso descansa nuestra alma y espíritu: Porque “sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio.”[6] Las cosas terribles que suceden a nuestro alrededor o en nuestra persona, tienen dos supuestos: es para nuestro bien en crecimiento o corrección, (aunque lo veamos en el momento como una catástrofe) o es el respeto de caballero por el cual Dios, fiel a sí mismo, concede libre albedrío y responsabilidad a las acciones del ser humano. Pero invocamos al Dios todopoderoso, porque aun las causas que parezcan más imposibles a nuestra poca fe, tienen solución en las manos poderosas y creadoras de todo cuanto existe.
Alguien reclamaba alguna vez a Nuestro Señor Jesús: «si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros». Jesús le dijo: «¡¿Qué es eso de si puedes!? ¡Todo es posible para quien cree!» Al instante, gritó el padre del muchacho: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!»[7]
Por respeto a sí mismo, a su nombre y palabra, Dios evita transgredir dos realidades: no modificará el pasado, eso sería jugar infantil y burlonamente con el hombre. Lo que además tampoco hace es atropellar tu voluntad, porque te respeta como persona que eres, inteligente y capaz de respuesta y de amor. “Dios que te creo sin Ti, sin ti no puede salvarte”[8] Necesita de tu voluntad para actuar en tu vida de una forma que seas pleno; desde hace mucho ha actuado a tu favor, si miras alrededor a pesar de las circunstancias, sabes que Dios ha estado ahí, esperando tu decisión de permitirle dejar actuar libremente en tu vida. ¿No crees que ahora, en este preciso momento y en este lugar sería tiempo? Si alguna vez, ¿porque no ahora?[9]

DIOS ES TRES VECES SANTO
Santo es su nombre
La santidad por decirlo de algún modo sencillo, es pureza de intención, no haz doblez ni engaño. De tal forma que para entender que Dios es tres veces santo o Santísimo, debemos entender que Dios es puro en su intención, lo más puro, sin pecado, sin mancha ni rastro de malicia. Hoy nos venden una idea de Dios como equilibrio entre el bien y el mal, el ying yang donde el bien es representado por el color blanco con un punto negro y el mal por el color negro con un punto blanco lo cual es una idea confusa.. Dios no tiene puntos negros; al decir que no hay nada tan bueno que no tenga nada de malo, ni nada tan malo que no tenga nada de bueno, se nos quiere confundir sobre la idea sobre nuestro Dios, el tres veces Santo, Nuestro único Dios es todo bien y solo bien.
DIOS ES MISERICORDIOSO
Su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
Una de las características más exaltadas en la Biblia, sin lugar a dudas es la misericordia de Dios, que es generoso y pronto para perdonar, la misericordia no se trata de un perdón indiferente, sino de un ponerse en el lugar del otro y desde ahí ayudar, levantar y dar vida, no es sentimiento sino acción. El perdón no se trata de “contentar” a Dios para evitar su castigo, se trata de restaurar, se trata de sanar desde adentro las heridas, cuidando de la persona hasta su mejoría[10]. Se trata de ayudar de veras a salir del fango del pecado hasta la libertad de hijos de Dios. Se trata de si es necesario enviar a su único Hijo para que puedan sanarse nuestras heridas y salvarnos.[11] ¡Eso es misericordia!
DIOS ES JUSTO
Derribó a los potentados = de sus tronos = y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.
La justicia divina trasciende el tiempo y está ligada a su misericordia. Todos nuestros actos conllevan sin remedio una consecuencia[12], sea en el corto o largo plazo, no hay nada oculto que no llegue a descubrirse.[13] Somos como vasos de cristal transparentes ante la mirada de aquel que conoce las intenciones del corazón[14], ¿qué le podríamos ocultar? Por eso aquel que es capaz de conocer las causas y razones de los acontecimientos, es capaz de juzgar en justa medida; sin embargo no nos trata según nuestras culpas y pecados[15]. La justicia de Dios no es aquella que castiga en un modo visceral emocional, sino que en todo caso nos reprende dura pero justamente para evitarnos el sufrimiento eterno, pues tiene la intención de devolverle la dignidad a quienes han sido víctimas de injusticias[16], y sea en este o el otro mundo[17], todo quedará ordenado milimétricamente de acuerdo a nuestras obras, pero medidas en el amor (resultado de habernos sentido amados primero). Esto nos brinda la confianza de que nuestras acciones aun hechas en lo secreto, aun pequeñas pero con grande amor, son acogidas y anotadas en el libro de la vida, ¿pero acaso podemos ser buenos delante de Dios? ¿No estamos más nosotros en deuda y abonando? Porque al que mucho se le perdona mucho ama, dice el Señor.
Por otra parte, no debe desalentarnos entonces, las injusticias de los hombres que incluso parecen prosperar dejando millones de pobres a su paso; tampoco debemos desistir en la lucha de ir construyendo un mundo más justo y próspero para todos. Confiemos en aquel que exalta a los humildes y colma de bienes a los hambrientos. Un Dios que se da a sí mismo y por entero a los pobres de espíritu y nos reintegra siempre aún más de lo que perdimos por culpa del pecado. Porque en estricta medida, nosotros no hubiéramos sido capaces de pagar “lo justo” por las ofensas realizadas, fue preciso enviar al Hijo unigénito para que toda deuda fuera saldada[18] y recibiéramos gratuitamente los beneficios de su justicia.
Todo pecado por muy grande no sobrepasa la grandeza de su misericordia, pero queda excluido por cuenta propia el pecado del cual no te arrepientes, pecado que te afecta y afectan a los que te rodean trayéndoles injusticia.

DIOS ES FIEL Y VERDAD
Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como había anunciado a nuestros padres – en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.
Dios no va a olvidar sus promesas, a pesar del paso del tiempo, y aun cuando la persona olvide la promesa recibida, esta llega tarde o temprano a su cumplimiento[19]. ¿Sabremos esperar entonces en su palabra y promesas? Haz una lista ahora en este instante de algunas promesas bíblicas… no lo dudes serán cumplidas a perfección…. Y no necesariamente como nosotros planeemos o nos imaginemos pero siempre nuestro Dios es fiel a sus palabras[20]
El catecismo de la Iglesia Católica nos enseña al respecto:
«Ahora, mi Señor Dios, tú eres Dios, tus palabras son verdad» (2 S 7,28); por eso las promesas de Dios se realizan siempre (cf. Dt 7,9). Dios es la Verdad misma, sus palabras no pueden engañar. Por ello el hombre se puede entregar con toda confianza a la verdad y a la fidelidad de la palabra de Dios en todas las cosas. El comienzo del pecado y de la caída del hombre fue una mentira del tentador que indujo a dudar de la palabra de Dios, de su benevolencia y de su fidelidad. (214)
Pedro en una expresión tan sincera y efusiva, declara sin duda que no hay otra opción que satisfaga su búsqueda de verdad, pero más aún insinúa que no hay palabras que merezcan ser acogidas con confianza, sino aquellas que salen de Cristo Señor nuestro.
“¿Señor a quien más iremos? Sólo tú tienes Palabras de Vida Eterna” Jn 6,68
La fidelidad de Dios no está condicionada. Él, ser libre y liberador, sin coacción para emitir promesas, en plena conciencia, se “com-promete” solo por amor al hombre, sus palabras ya de por si son creadoras y ejecutoras de su voluntad, por eso, [aún] «si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo» (2 Tm 2, 13).
Pablo habla sobre este tema, aclarando que “fiel es Dios que no permitirá que sean tentados por encima de sus fuerzas. Antes bien, con la tentación les dará modo de poderla resistir con éxito (1ª Cor 10, 13) e insiste “Fiel es el Señor; Él les afianzará y os guardará del Maligno” (2 Tes 3,3)
Finalmente no es posible dejar de mencionar el testamento del apóstol juan:
DIOS ES AMOR
Esta cita bíblica debe dejar de ser una frase aprendida para ser una experiencia de vida, en nosotros. Lamentablemente como dice el Papa Benedicto XI, El término « amor » se ha convertido hoy en una de las palabras más utilizadas y también de las que más se abusa, a la cual damos acepciones totalmente diferentes[21]
A manera didáctica, entenderemos por ahora, el amor por sus obras y manifestaciones. Al tomar como principal referencia el himno de San Pablo al Amor[22], podemos conocer características del amor, lo que es y lo que no es; y sí Dios no solo ama, sino que es el amor mismo, este himno es una expresión sobre Dios y al recitarlo nos va mostrando lo mismo que el Apóstol San Juan: Dios es Amor, más aun, Dios tiene esos gestos amorosos también hacia nuestra persona.
Eres precioso a mis ojos, eres estimado, y yo te amo (Is 43,4)
A lo largo de nuestra historia, así como la del pueblo de Israel podemos descubrir que Dios sólo tenía una razón para revelársenos y escogernos como pueblo suyo: su amor gratuito (cf. Dt 4,37; 7,8; 10,15). E Israel comprendió, gracias a sus profetas, como ahora deberíamos comprender nosotros, que también por amor Dios no cesa de salvarnos (cf. Is 43,1-7) y de perdonar nuestra infidelidad y nuestros pecados (cf. Os 2). El amor de Dios hacia nosotros ahora, es comparado al amor de un padre a su hijo (Os 11,1). Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos (cf. Is 49,14-15). Dios ama a su Pueblo más que un esposo a su amada (Is 62,4-5); este amor vencerá incluso las peores infidelidades (cf. Ez 16; Os 11); llegará hasta el don más precioso: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único» (Jn 3,16).[23]
Gracias a ese amor sacrificado, somos ahora el nuevo pueblo de Dios, de la nueva alianza, y Dios muestra tal amor por cada uno de nosotros y para siempre: «Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará» (Is 54,10). El amor de Dios es «eterno» (Is 54,8). «Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti» (Jr 31,3). Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.[24]

Ante este conocimiento de Dios, todas las cualidades que hemos compartido hasta aquí, vamos comprendiendo aún más que vale la pena arriesgarse a confiar en el Señor, a pesar de tribulaciones y persecuciones, San Pablo reconoce, que a pesar de todo: “no me avergüenzo, porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel Día” (2 Tm 1, 12)
Aproximaciones.- Todo lo visto hasta el momento sobre estas aproximaciones de Dios, solo quieren acércanos más a lo que es Dios y alejarnos de lo que no es Dios. El mismo Catecismo aclara que <<“Nuestras palabras humanas quedan siempre más acá del Misterio de Dios. Al hablar así de Dios, nuestro lenguaje se expresa ciertamente de modo humano, pero capta realmente a Dios mismo, sin poder, no obstante, expresarlo en su infinita simplicidad. Es preciso recordar, en efecto, que «entre el Creador y la criatura no se puede señalar una semejanza tal que la diferencia entre ellos no sea mayor todavía» (Cc. Letrán IV: DS 806), y que «nosotros no podemos captar de Dios lo que él es, sino solamente lo que no es y cómo los otros seres se sitúan con relación a él» (S. Tomás de A., s. gent. 1,30).>>[25]
[1] NICAM MOPOHUA, Expresión en boca de Nuestra Señora de Guadalupe.
[2] ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él? ¿El hijo de Adán para que de él cuides? (Sal 8)
[3] Gal 5, 22
[4] Lc 10, 22
[5] Lc 1, 37
[6] Rm 8, 28
[7] Mc 9, 23
[8] San Agustín
[9][9] Ibid.
[10] Cf Lc 10, 33ss
[11] Is 53, 5; Jn 3, 16
[12] Gal 6,8
[13] Mt 10, 26
[14] Sal 7,10
[15] Sal 103,10
[16] Sal 103, 6
[17] Lc 16, 25
[18] Col 2, 14
[19] Lc 21, 33
[20] Sal 145, 13
[21] Encíclica Deus Caritas Est
[22] El amor es paciente, es servicial; no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. El amor no acaba nunca. (1 Cor 13)
[23] CF Catecismo de la Iglesia Católica 218-221
[24] Encíclica Deus Caritas Est, Benedicto XVI
[25] Catecismo de la Iglesia Católica 43
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